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Si el libro fuese un paseo, sería como salir caminando una de
esas mañanas de invierno en las que la calidez del sol te sorprende. Transitas
despreocupadamente por un camino de tierra, notando el calor en el rostro. Y
todo es apacible, solo interrumpido de vez en cuando por sonidos lejanos que no
identificas. El paisaje se presenta lenta e indolentemente, sin ninguna prisa,
mostrando con cada paso, con cada página, cosas nuevas y extrañas. Y mientras
avanzas poco a poco, y el tiempo va pasando, te das cuenta de que las nubes
lejanas se han ido acercando. Cada vez hace más frío y con cada revelación el
temor por lo que se está descubriendo va estremeciendo tu interior. Hasta que
llegado el momento, los sonidos lejanos estallan de golpe en una tormenta
inevitable y el invierno que se ha estado escondiendo sale con toda su fuerza
para congelar tu corazón. Y puede, que si eres lo suficientemente sensible, el
próximo trueno, el roce de una página con la siguiente, sea suficiente para
quebrarlo.
Los hilos de las vidas de estos tres alumnos,
concienzudamente trenzados durante su niñez, parecen desvanecerse a la sombra
del destino que les aguarda. Su forma de enfrentarse a la vida adulta, a la
amistad y al amor está condicionada como todas por una cuenta atrás. Y en esta
vida con fecha de caducidad como la que todos tenemos, Kathy, Ruth y Tommy
tendrán que entender qué les separa y decidir si quieren enfrentarse a ello, si
les queda tiempo y si el mundo en el que viven les permitirá hacerlo.
Los futuros distópicos tienen la capacidad de crearme una
sensación de desasosiego como pocas otras historias. Permiten vislumbrar
posibilidades realmente dramáticas, crean escenarios que pueden hacernos pensar
qué pasos hemos dado, o en qué nos hemos equivocado (o no, eso ya es una
cuestión personal) para llegar hasta ahí. Lo curioso de este libro, es que
Kazuo Ishiguro no plantea un debate ético o moral directamente en su obra. Las
cosas son como son y estos personajes, estos niños que veremos convertirse en
adultos, tienen que vivir con ello. Parece que nos deja a nosotros esa
reflexión.
En definitiva, creo que hay historias que te golpean y
sacuden tu corazón de tal forma, que estremecen tu garganta hasta que casi no
puedes respirar y las lágrimas brotan sin que sepas decir exactamente por qué.
Yo no tengo un libro favorito, me resultaría imposible señalar a uno. Pero tengo
que reconocer que cada vez que leo Nunca
me abandones, el autor consigue despertar en mi todas esas sensaciones y no
puedo hacer más que aplaudirle por ello.
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