Una Kathy ya adulta, va recordando los sucesos de su vida y
de las vidas de Tommy y Ruth, mientras contempla como su futuro ineludible cada
día está más cerca. Sus existencias, igual que las de todos los jóvenes alumnos
de Hailsham ya han sido programada, todos ellos tienen un destino fijado. Puede
que si los observamos sin prestar mucha atención, sólo seamos capaces de captar
a unos adolescentes de un típico internado inglés que tiene una gran fijación
por el deporte y el arte. Pero sus estudiantes son especiales, saben que no
pueden tener hijos, que no tienen padres y que su salud es muy importante…
aunque realmente no terminan de comprender cuál es su misión.
Si el libro fuese un paseo, sería como salir caminando una de
esas mañanas de invierno en las que la calidez del sol te sorprende. Transitas
despreocupadamente por un camino de tierra, notando el calor en el rostro. Y
todo es apacible, solo interrumpido de vez en cuando por sonidos lejanos que no
identificas. El paisaje se presenta lenta e indolentemente, sin ninguna prisa,
mostrando con cada paso, con cada página, cosas nuevas y extrañas. Y mientras
avanzas poco a poco, y el tiempo va pasando, te das cuenta de que las nubes
lejanas se han ido acercando. Cada vez hace más frío y con cada revelación el
temor por lo que se está descubriendo va estremeciendo tu interior. Hasta que
llegado el momento, los sonidos lejanos estallan de golpe en una tormenta
inevitable y el invierno que se ha estado escondiendo sale con toda su fuerza
para congelar tu corazón. Y puede, que si eres lo suficientemente sensible, el
próximo trueno, el roce de una página con la siguiente, sea suficiente para
quebrarlo.